Dios de bondad y de amor,
la enfermedad me ha visitado,
me ha alejado de mi trabajo y de mi familia,
me ha llenado de dolor y sufrimiento.
Es una experiencia dura, mi Señor,
una realidad difícil de aceptar,
algo para lo que no estaba preparado.
Siguiendo el ejemplo del santo Padre Pío,
quiero agradecerte por mi enfermedad,
quiero aceptarla como una oportunidad que me das
de conocer mi fragilidad y la precariedad de la vida,
y como un remedio para librarme del orgullo.
Ahora veo lo mismo que antes,
pero con nuevos ojos,
puedo vislumbrar la realidad detrás de la apariencia,
puedo descubrir que en realidad lo que tengo y soy,
no me pertenece absolutamente.
Estoy aprendiendo a depender de los demás,
a hacer cada vez menos por mis propios medios,
a callar, a llorar en silencio, a agradecer.
Estoy descubriendo qué es la soledad y la angustia,
pero también redescubro el afecto, el amor, la amistad.
Dios mío, aunque me cuesta te digo una vez más:
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo!
Heredero espiritual de San Francisco de Asís el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión
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