Lucía Fiorentino nació en San Giovanni Rotondo (FG) el 20 de junio de 1889. A la edad de siete años hizo su primera comunión y, muy joven, se inscribió en la Tercera Orden franciscana. En lugar de estudiar, prefirió dedicarse al trabajo doméstico y una intensa vida de piedad. Era un observador del Apostolado de la oración y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Pensó en consagrarse al Señor en un instituto religioso, pero se encontró con la fuerte oposición de sus padres. Desde 1916 formó parte del primer grupo de almas que se apresuraron a la escuela espiritual del Padre Pío, recibiendo, a partir de las conversaciones periódicas con él, luz, consuelo y paz.
Tenía de Dios extraordinarias gracias y carismas místicos que, por voluntad de sus directores, se describen en un diario, en parte publicado, lleno de noticias interesantes sobre el Padre Pío e informes sobre algunas "visiones imaginarias" (ver MARÍA PREZIOSI, Lucía Fiorentino, hija espiritual del Padre Pío, Foggia, 1967). Entre Lucía y el Padre Pío hubo un "intenso intercambio de cartas", del cual solo quedan seis (ver Epístolas III, 475-489). Los otros, con un gesto de generosidad y desapego, fueron quemados por los florentinos para hacer un "sacrificio a Jesús". Se ofreció como una víctima para el apostolado del Padre y murió el 16 de febrero de 1934.
Heredero espiritual de San Francisco de Asís el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión
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