El zapatazo
Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo:
- ¿Por qué no rezas al Padre Pío para que te quite el dolor de muelas? Mira aquí está su foto, rézale.
El hombre se enojó y gritó furibundo:
- ¿¿Con el dolor que tengo quieres que me ponga a rezar??.
Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la foto del Padre Pío.
Algunos meses más tarde su esposa lo convenció de irse a confesar con el Padre Pío a San Giovanni Rotondo. Se arrodilló en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los pecados que se acordaba, el Padre le dijo:
- ¿Qué más recuerdas?
- Nada más - contestó el hombre.
- ¿¿Nada más?? ¡¿Y qué hay del zapatazo que me diste en plena cara?!.
Debajo del colchón
Una señora sufría de tan terribles jaquecas que decidió poner una foto del Padre Pío debajo de su almohada con la esperanza de que el dolor desaparecería. Después de varias semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su temperamento italiano la hizo exclamar fuera de sí:
- Pues mira Padre Pío, como no has querido quitarme la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo.
Dicho y hecho. Enfadada puso la fotografía del Padre debajo de su colchón.
A los pocos meses fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el Padre. Apenas se arrodilló frente al confesionario, el padre la miró fijamente y cerró la puerta del confesionario con un gran golpe. La señora quedó petrificada ya que no esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra. A los pocos minutos se abrió nuevamente la puerta del confesionario y el Padre le dijo sonriente:
- No te gustó, ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que me pusieras debajo del colchón!.
La mejor arma
Una tarde, el Padre Pío estaba en cama y lo asistía su sobrino Mario. El tío le dijo:
- Mario, tráeme el arma.
El sobrino buscó por aquí y por allá en la celda, sobre la mesa, en el cajón.
- Pero tío, no encuentro ninguna arma.
- Mira en el bolsillo de mi hábito.
El sobrino buscó en el amplio bolsillo, y nada.
- Tío, está sólo la corona del rosario.
- ¡Tonto! ¿No es esa el arma?
Los consejos del P.Pio
Un sacerdote argentino había oído hablar tanto sobre los consejos del Padre Pío que decidió viajar desde su país a Italia con el único objeto de que el Padre le diera alguna recomendación útil para su vida espiritual. Llegó a Italia, se confesó con el Padre y se tuvo que volver sin que le diera ningún consejo. El Padre le dio la absolución, lo bendijo y eso fue todo.
Llegó a la Argentina tan desilusionado que se desahogaba contando el episodio a todo el mundo:
- No entiendo por qué el Padre no me dijo nada... ¡y yo que viajé desde la Argentina sólo para eso! El Padre Pío lee las consciencias y sabía que yo había ido con la esperanza de que me diera alguna recomendación...
Así se quejaba una y otra vez hasta que sus fieles le empezaron a preguntar:
- Padre, ¿está seguro que el padre Pío no le dijo nada? ¿No habrá hecho algún gesto, algo fuera de lo común?
Entonces el sacerdote se puso a pensar y finalmente se acordó que el Padre Pío sí había hecho algo un poco extraño... entonces dijo a sus fieles:
- Me dio la bendición final haciendo la señal de la cruz sumamente despacio, tan despacio que yo pensé: “¿es que no va a acabar nunca?”
Le respondieron:
- ¡He ahí el consejo! Usted la hace tan rápido cuando nos bendice que más que una cruz parece un garabato.
El sacerdote quedó contentísimo con esta forma tan original de aconsejar que tenía el Padre Pío.